La mayoría de los aficionados saben que todos los tipos de té proviene de la misma fuente: la planta Camellia Sinensis. El hecho de que una hoja de té termine en una taza de té blanco, verde, negro u oolong, depende solo del tratamiento al que se somete la planta después de la recolección. Por tanto, los diferentes tipos de té disponibles en el mercado en realidad solo dependen de los métodos del proceso de fabricación.
El té negro, por ejemplo, consigue su color oscuro y sabor intenso gracias a un completo proceso de oxidación que se consigue exponiendo al aire las hojas de té trituradas al aire durante cierto período de tiempo. Por el contrario, el té verde no se oxida en absoluto; tan solo se seca con aire caliente, se le da una cocción rápida o se tuesta. El té Oolong, por otra parte, está en un punto intermedio: recibe una oxidación parcial que le da su color rojizo y sabor floral.
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Orígenes del té blanco
Se cree que el té blanco proviene de China y se comenzó a elaborar en la región de Fujian en el siglo XIV. Durante muchos siglos sólo se produjo en aquella región para consumo interno del país, no siendo apreciado por consumidores de otros países. Un estudio realizado en el año 2000, sobre las variedades de té blanco, descubrió que en la composición química de este té había bajos niveles de cafeína y alta cantidad de antioxidantes. Este resultado lanzó al té blanco al mercado internacional donde en la actualidad es muy popular.
La popularidad alcanzada en el mercado mundial alentó a los productores de té en India, Sri Lanka y otras regiones productoras a producir esta variedad de té. Sin embargo, estos tés blancos están hechos con otras variedades de la planta Camellia sinensis, por lo que no suelen ser tan ricos en antioxidantes ni tan bajos en cafeína como el té blanco preparado con la variedad de Fujian.
Cómo se produce el té blanco
Se le llama té blanco por la fina pelusa de color plateado de los brotes jóvenes de la planta, lo que le hace tener esa tonalidad blanquecina. Además, la infusión resultante tiene una apariencia clara y brillante con un aroma suave y sabor delicado.
El sabor del té blanco es el más ligero y delicado de todos los tés que existen. También se trata de la variedad más cara y tiene su razón. Para cosechar té blanco, se recolectan solamente los brotes más tiernos y éstos aparecen en primavera durante un breve período de tiempo, unos 15 días. Una vez recogido, el té se extiende a la sombra durante 2 ó 3 días para que las hojas se oxiden lenta y naturalmente. Esta operación es muy delicada: demasiada humedad en el aire pudriría los brotes, un aire muy seco los secaría demasiado rápido. Esta corta etapa de oxidación fializa con un secado corto que dura unos 10 minutos. Es uno de los tés menos procesados y más delicados de obtener debido a su sensibilidad climática.
La infusión de té blanco no es exáctamente blanca, ni incolora, tiene un ligero color amarillo muy pálido y transparente. Su sabor es muy suave en comparación con el té negro y el té verde, lo suelen describir como dulce y sedoso. El té blanco carece del retrogusto herbáceo que tiene el té verde.
Cómo preparar el té blanco
Ya que pagamos un alto precio por degustar la infusión de este té, conviene acertar en el momento de preparar nuestra infusión para sacar el máximo sabor y aroma a las hojas. Vamos a ver cómo preparar la mejor taza de té blanco la primera vez y todas las siguientes.
Calentar el agua a la temperatura ideal
Conviene utilizar agua de buena calidad, sin sabor ni olores. El agua mineral es la ideal, pero si la del grifo no tiene sabor, puede servir. Cualquier sabor que tenga el agua que utilicemos competir y enmascarar el delicado sabor de las hojas de té blancas.
No hay que verter el agua hirviendo sobre las hojas de té, eso arruinaría el sabor. Lo ideal es emplear agua entre 70ºC y 80ºC. Si calientas el agua en un cazo, puedes usarla cuando empiece a hervir. También puedes llevarla a ebullición completa (100ºC), retirarla y dejar que se enfríe durante unos 5 a 8 minutos.
Lo más aconsejable, por comodidad y exactitud, es utilizar un hervidor de agua con control de temperatura que calentará el agua a la que le indiques. Si sueles calentar agua a menudo, hacerlo con uno de estos aparatos resulta mucho más económico que hacerlo con un cazo al fuego.
Cantidad de té a utilizar
Necesitarás 2 cucharaditas de té blanco, como mínimo, por taza de cada de 200 ml de agua. Si prefieres una bebida con sabor más intenso, puedes añadir una cucharadita más. Todo es cuestión de probar.
Tiempo de remojo
Deja que las hojas de té se empapen de agua y se remojen durante al menos 2 minutos antes de retirarlas. El tiempo de infusión depende del gusto de cada uno y se puede prolongar hasta los 5 minutos. Ve probando a intervalos de medio minuto para descubrir el punto exacto que prefieres. Pero no excedas los 5, no conseguirás más que volverlo algo amargo y astringente.
Beneficios para la salud del té blanco
El té blanco contiene una gran cantidad de antioxidantes, además de polifenoles, flavonoides y taninos. Estos beneficiosos nutrientes tienen un efecto positivo para nuestra salud y bienestar. En China se conocen las buenas propiedades del té blanco desde la dinastía Ming (siglo XIV) y en la actualidad es una bebida apreciada por todas las culturas y, desde chefs hasta investigadores médicos, alaban el sabor del té blanco y sus supuestos beneficios para la salud.
Hay estudios científicos que aseguran que el té blanco protege al organismo contra ciertas enfermedades, reduce el riesgo de cáncer y de trastornos cardiovasculares. También proporciona propiedades antibacterianas naturales, ayuda con la pérdida de peso y puede reducir el colesterol malo. El alto porcentaje de antioxidantes de esta bebida ligera ayudan a ralentizar el deterioro de la piel y la protegen contra los efectos de la luz ultravioleta.
Como el color del té blanco es mucho más claro que el del té negro y el té verde, no mancha los dientes. Es más, los expertos sugieren el té blanco puede ayudar a reducir el riesgo de caries y otros problemas dentales.
Algunos estudios también sugieren que el té blanco puede tener un efecto positivo en la diabetes. El té blanco puede reducir los síntomas diabéticos estimulando la secreción de insulina y disminuyendo los niveles de glucosa en la sangre.